dimecres, 31 d’agost del 2011

El Funcionario que ensaya el canto del cisne

Hay momentos en los que el “canto del cisne” se convierte en un buen ejemplo para la dignidad. Se puede morir, pero hacerlo en silencio, sin queja y sin lamentaciones, sólo se lo merecen los que nos aman. 

Yo no sé qué tipo de “canto” es ese del cisne cuando agoniza; sin duda debe de ser desagradable pero irresistible tanto para el que lo causa como para el que lo padece. Me imagino un leve graznido salido de lo más hondo, como un hilo que se devana a lo largo del pescuezo y sale al exterior con toda la hermosura de un acto final, sin concesiones. Porque, a veces, lo bello se hermana con lo terrible.

Pero sobran las metáforas y los símiles. Si es época de “recortes” -un sustantivo verdaderamente desafortunado en el fondo y en la forma- recortemos también en los recursos de estilo.

Es hora de recuperar la autoestima, queridos Funcionarios Públicos, aunque nos vaya en ello el bolsillo y un poco más de desapego social. La batalla de la opinión pública está perdida (lo saben bien nuestros politicastros, y el señor Mas se vanagloriaba de ello hace unos días) y habrá que aunar fuerzas en otras batallas y no esperar aliados. Parece que algunos de nuestros dirigentes ¿políticos? aprendieron que eso de gobernar es ciencia de pocos números y que pensar mucho es actividad que cansa y envejece.

Desde luego todo se reduce a una Ley (hay que recortar en todo!) : la Ley del Suelo.

Seguro que muchos creeréis que hablo de la de Aznar…; pero no, no exactamente. Os la voy a explicar, según mi corto entendimiento: “Hay que dejar a ras de suelo la moral de los funcionarios, su credibilidad, su autonomía, sus ilusiones de mejora, sus derechos. Hay que dejar por los suelos su crédito, su buen nombre, su voz y su paciencia. Hay que arrastrar por el fango el sistema público, la función pública, el derecho público. (Este es el preámbulo de la Ley) 

Para después liberalizar el suelo. Dejar que otros construyan sus intereses, que hagan sus negocios, edifiquen sus políticas, negocien sus mercados, enjuaguen sus déficits, sus inversiones faraónicas, sus chapuzas presupuestarias. Se producirá así un efecto beneficioso y multiplicador: si el Funcionariado se arrastra por los suelos, otros podrán hacerlo, porque para eso no habrá que hacer oposiciones.

Así pues, queridos Funcionarios de Carrera hacianosesabedónde debiéramos empezar a estudiar eso del “canto del cisne”. ¿Y si lo practicásemos juntos el 14 de Diciembre? ¿Y si nos quedase algo de dignidad colectiva?

Esteban Martínez o El canto del cisne